En simples palabras, el psicólogo y escritor Bernardo Stamateas explica los diferentes duelos y que no siempre se trata de la perdida de un ser amado, sino también por etapas superadas, cambios de trabajo o de casa, separaciones, etc.

El duelo por la pérdida de un ser querido es un proceso doloroso y complicado que a todos los seres humanos nos toca atravesar en algún momento. Cuando este tiene lugar, tenemos que aprender una nueva forma de relacionarnos, pues la persona que estaba activamente presente afuera ya no está más. Y es precisamente su ausencia externa lo que nos provoca tanto dolor.

Es importante tener en claro que el dolor no se trata de un problema que debemos resolver, sino más bien de una emoción que es necesario experimentar y “gastar” hasta que se transforme junto con nosotros. Por eso, nunca resulta útil decirle al doliente frases como: “Pronto va a pasar”, o “buscá hacer algo que te distraiga”, o “tenés que salir rápido de esto”. A propósito de esto último, el duelo no tiene un tiempo específico, sino que es distinto para cada persona. Podríamos compararlo con un túnel oscuro por el que hay que caminar y cada uno lo hace de una manera única y especial.

Tampoco se debería intentar explicar por qué pasó lo que pasó. Decirle a quien está sufriendo: “Esto sucedió por tal o cual cosa”, o “tal vez iba a estar peor en el futuro” solo agrega más pena. El dolor por la partida de alguien amado es un eterno interrogante para el que no existe respuesta. Lo ideal es acompañar a la persona y hacerle saber que uno está disponible para lo que necesite.

Se ha calculado que tendremos entre 40 y 70 pérdidas a lo largo de nuestra vida. No solo pérdidas por fallecimiento de un ser querido, sino también por etapas superadas, cambios de trabajo o de casa, separaciones, etc. El factor común de todas ellas es que producen dolor, el cual es algo normal y universal. En cambio, el sufrimiento es opcional. Toda vez que experimentamos dolor, este puede convertirse en sufrimiento. Sobre todo cuando no sabemos manejarlo correctamente y pretendemos quitarlo de nuestra vida pronto.

Existe lo que se conoce como “duelo sucio”. ¿Qué significa esto? Que la persona se llena de culpa, de auto reproches, de “si hubiera hecho esto o aquello”. Esto suele ocurrir cuando se pierde a un familiar en un accidente, una catástrofe o un hecho de violencia. A la culpa por el hecho de seguir vivo, le sigue una alta dosis de ansiedad ante una situación que surgió abruptamente. No es lo mismo perder a alguien en tales circunstancias que después de un tiempo de enfermedad, donde los que sobreviven pueden “adaptarse” a lo que vendrá de a poco.

Lo cierto es que la muerte le pone fin a la vida en este mundo pero jamás a la relación porque quien partió queda dentro de nosotros para siempre. Una buena forma de transitar el duelo es honrando a la persona con familiares y amigos, o convirtiendo el dolor en un don para ayudar a otros. En algunos casos, será necesario buscar ayuda profesional.

Nunca deberíamos temer sentir dolor y buscar anestesiarlo porque este nos dice que estamos vivos. Lo mejor es permitirnos sentirlo hasta que llegue el alivio. Las pérdidas siempre nos dejan una enseñanza y nos transforman, pues cambian nuestra visión de la vida y la muerte.


Fuente: Diario La Nacion https://www.lanacion.com.ar/2031577-el-duelo-no-es-una-enfermedad